Duquesa
Siglos antes de su traumática (a ellos se debe en español el adjetivo “vándalo”) llegada, Sabinillas empezó a ser el destino de asentamientos romanos en la época del emperador Augusto, no sólo comerciales, sino posiblemente residenciales, como demuestra la villa romana hallada a orillas del mar, con sus correspondientes termas, cómo no. Los latinos, tan prácticos ellos, asumieron las anteriores poblaciones autóctonas herederas de los primeros pobladores y visitantes de la Edad de Bronce. Sin duda fueron los fenicios los primeros que captaron las posibilidades de negocio en esta costa y los que probablemente difundieron por el Mediterráneo sus bondades climatológicas y de facilidad para el establecimiento de factorías.
Precisamente el atractivo de la costa por su fondeadero y de la cercana Manilva, de la que es pedanía, convirtió a Sabinillas en objeto de deseo a lo largo de los siglos, de lo que dan muestra los restos de torres vigías y el Castillo de Sabinillas o de la Duquesa, en realidad un fortín mandado construir en 1767 por el rey Carlos III, como prevención contra los ataques de los piratas norteafricanos y de visitas indeseadas desde la próxima colonia inglesa de Gibraltar. Es curioso que este rey, que fue el impulsor de las primeras excavaciones en Pompeya cuando fue monarca del Reino de Nápoles y las Dos Sicilias, permitiera que para la obra se usaran no sólo parte del solar de la villa citada, sino gran parte de sus materiales.
La guarnición militar del castillo dio paso al uso por parte de Carabineros, primero, y la Guardia Civil hasta hace relativamente poco de este enclave privilegiado para vigilar la costa, que hoy día se puede visitar y acoge eventos de todo tipo.
Acerca del nombre cabe la posibilidad que tenga su origen en la erección del castillo, alrededor del cual se comenzaría a establecer de nuevo la población, principalmente de pescadores. Acaso porque San Luis fuese el santo del día, como era habitual desde la época de conquista cristiana, o porque durante el reinado de Carlos III se repoblaron territorios que llevan este nombre ligado a bien al santoral o a uno de sus hermanos, Luis I, que sólo reinó 229 días. Sabinillas es el diminutivo de sabina, una planta en tiempos abundante en las playas a las que hoy se asoma la población.